Selina, la última diva
10 enero 2022
Para filmar es necesario algo que queme en el plano (Straub-Hulliet).
Los análisis que se hacen de las películas suelen priorizar aspectos de contenido (guión) o formales (puesta en escena). El ámbito actoral casi siempre ha sido relegado a ser pasto del cascarrillo banal o la idolatría inane. Y sin embargo, la potencia del gesto puede sostener por sí mismo el peso de una película. Una mirada tuya bastará para sanarme/salvarme.
Selina del Río, es protagonista de Tamileando ando, la otra película que estamos rodando estos días en India. No sé si somos capaces de asimilar “lo que puede un cuerpo”-que diria Spinoza-pero nadie como ella para hacer de su paisaje facial una cartografía sísmica de su vida vivida. El rostro como registro de vida. Un rostro que es un torrente de hielo y fuego. Amalgama de dureza y fragilidad. Selina nos acoge cual Magdalena penitente en la intemperie del tiempo detenido de la fotografía. En ese blanco y negro abrasador que ilumina un cuerpo predestinado a ser carne de fotograma.
Hay lugares que llevan intrínseca la dimensión mítica. Habría que empezar a tener en cuenta la ideal del cuerpo de la actriz como espacio mi(s)tico donde habita lo extraordinario de lo ordinario Selina es capaz capaz de generar con su presencia, una dimensión tectónica en la película, del mismo modo que tiembla el mundo cada vez que arranca su canto. La terra trema.
Texto: Carlos Escolano
Fotografía: Óscar Fernández Orengo

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